Torres de Satélite, emociones y colores

Publicado en: | 23 octubre, 2018

Las torres son el ícono principal y predominante de la zona, la entrada principal al lugar y un orgullo de sus habitantes.

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Como hemos comentado, la arquitectura va mucho más allá de sólo crear espacios habitables y funcionales; como una de las Bellas Artes, también busca trascender el tiempo, ofreciendo entornos bellos y confortables para albergar todas las actividades del quehacer humano. En México y desde siempre, los arquitectos han consolidado una visión creativa propia de nuestra cultura que busca aprovechar la identidad que nos da sentido y combinarla con las tendencias que vienen de todo el mundo, para darle a nuestros criterios constructivos y de diseño una personalidad original y única.

Las Torres de Satélite, construidas en 1957 en la naciente Ciudad Satélite, uno de los proyectos del urbanismo mexicano más ambiciosos del s. XX, fueron diseñadas a su vez por dos de los arquitectos más visionarios y desafiantes de su generación: Mathias Goeritz y Luis Barragán, lo que las hace un ícono vigente e inmovible de la evolución de la creación arquitectónica de nuestro país.

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Pensada por Mario Pani y el artista plástico José Luis Cuevas en 1954 como una “ Ciudad fuera de la Ciudad ”, Satélite, como la conocemos todos los capitalinos, es un fraccionamiento residencial originalmente pensado para acoger a la pujante clase media de aquellos días y que hoy cuenta con una población de clase alta, que gusta de vivir en la periferia de la Ciudad de México, en esta hermosa zona que fue creada para justamente ser un satélite de la gran metrópoli.

“ Las Torres de Satélite para mí eran pintura, eran escultura, eran arquitectura emocional… Para mí, absurdo romántico dentro de un siglo sin fe, han sido y son un rezo plástico. ”

Mathias Goeritz

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Arquitectura emocional
Las Torres son el ícono principal y predominante de la zona, la entrada principal al lugar y un orgullo de sus habitantes que identifican esta obra como la pieza que mejor representa el espíritu de la comunidad que ahí se ha consolidado a lo largo de los años. Para entender el concepto que rige a esta construcción, es muy importante comprender la idea que anima a Goeritz y Barragán y que guía la obra de ambos en prácticamente todos sus proyectos, por separado y en conjunto: la Arquitectura Emocional.

Esta postura entiende la arquitectura como aquella manera de construir el espacio social como instancia sensible que pone en relación las artes con el entorno ampliado de la ciudad; se trata de un mecanismo que produce fusiones y fricciones entre los distintos modos artísticos para provocar efectos emocionales en el espectador.

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Así, las obras de arte público de Mathias Goeritz como el Museo Experimental “ El Eco ”, el Centro del Espacio Escultórico de la UNAM, la Ruta de la Amistad y los proyectos de Luis Barragán, entre los que destacan la Casa Estudio que lleva su nombre, la Casa Giraldi o el Faro del Comercio en la Macroplaza de Monterrey, aprovechan todos los aspectos: la luz, el color, las texturas, las formas y los volúmenes para crear entornos altamente eficientes e incluso diseñados para funciones específicas, que ofrecen bellos espacios integrales y al mismo tiempo habitables.

“ Creo en una arquitectura emocional. Es muy importante para la especie humana que la arquitectura pueda conmover por su belleza. Si existen distintas soluciones técnicas igualmente válidas para un problema, la que ofrece al usuario un mensaje de belleza y emoción, esa es arquitectura. ”

Luis Barragán

Las Torres de Satélite no fueron la excepción
Ubicadas sobre el Anillo Periférico y originalmente pensadas para ser una fuente, las Torres fueron previstas como un conjunto de siete prismas triangulares de distintos colores y tamaños, donde la más grande alcanzaría los 200 metros de altura. Sin embargo, la falta de presupuesto y distintos problemas inmobiliarios, así como la sucesión presidencial (se sabe que además de que la construcción de Ciudad Satélite inició en su sexenio, el presidente Miguel Alemán estaba tras el proyecto como inversionista), obligaron a modificar el diseño inicial, inspirado en las Torres de San Gimignano en Italia, dejando solo cinco estructuras, donde la más alta mide 52 metros y la más pequeña 30 mts.

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Fue en los primeros días de marzo de 1958 que se inauguraron las Torres de Satélite, justo en el último año de gobierno de Adolfo Ruíz Cortines, convirtiéndose en los permanentes gigantes vigilantes de la entrada a Ciudad Satélite y en un símbolo de la zona norte de la CDMX.

Los colores originales, según se aprecia en las fotografías de la época de su apertura fueron blanco, amarillo y ocre, mismos tonos que se pueden observar en San Gimignano; con motivo de las olimpiadas de 1968, Goeritz, junto con el pintor Jesús Reyes Ferreira, optó por revestirlas con distintos tonos de anaranjado, con la idea de marcar un mejor contraste con el azul del cielo, así estuvieron hasta 1974, año en que se pintaron con los colores que presentan hasta la actualidad: dos torres blancas, una azul, una amarilla y una roja.

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Luego de haber sido remozadas en varias ocasiones y soportar el deterioro de la intemperie y el tiempo, las Torres permanecen ahí con sus cuerpos elevados al cielo y sus pies arraigados a la tierra, como los viejos árboles, con el poder de dominar el horizonte y el paisaje urbano llenándolo de belleza y sensaciones, consolidándose como un ejemplo vívido de arquitectura emocional en su mejor expresión.

Pero además, son sin duda un ícono que es ya parte de la cultura popular. La Montaña Sagrada de Alejandro Jodorowski (1974) o Cantinflas, conserje en condominio de Rioma Films (1973), son solo algunas de las películas que han aprovechado la estética única de las torres como un escenario natural; incluso artistas como Café Tacvba, Westlife u Olga Tañón han elegido esta construcción como protagonista silencioso de varios videos musicales.

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En el presente y hacia el futuro, las Torres de Satélite permanecerán como uno de los conceptos arquitectónicos más lúdicos y emocionantes de las s. XX, que sin duda seguirá inspirando a los arquitectos modernos que sepan desmenuzar en esta propuesta el misterio y la clave de crear espacios que van más allá de su utilidad funcional…logrando transformarse en arte.

Te invitamos a disfrutar el articulo completo en nuestra edición de octubre.