El Porcelanato, evolución inesperada

Publicado en: | 28 marzo, 2018

La aparición del porcelanato a finales de los años ochenta marcó una evolución inesperada dentro de la familia de los cerámicos. Un producto pesado, colorido y, sobre todo, sorprendentemente brillante y terso que generaba un nuevo lenguaje arquitectónico en pisos y paredes.

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Citamos en un artículo anterior que el término cerámica proviene de la palabra griega kerameicos que significa de barro. La arcilla fue su materia prima primigenia y básicamente lo sigue siendo hasta nuestros días. Este componente natural se extrae de la tierra en canteras y es un recurso no renovable. Desde hace siglos, la arcilla cocida ha sido un componente fantástico en la historia de la arquitectura: ladrillos, tejas y pisos se han fabricado en este material; al igual que vasijas, platos, vasos y muebles sanitarios.

Desde hace siglos, la arcilla cocida ha sido un componente fantástico en la historia de la arquitectura.

Al estar al alcance de la mano, ser fácilmente trabajable y adquirir, una vez horneada, alta resistencia y muy aceptable estanqueidad; se convirtieron en la estrella de la cultura de la construcción. Hasta que surgió en Europa un pequeño detalle… provocando que las cosas empezaran a cambiar. Un parámetro que obligó a la industria a ajustar su creatividad fue precisamente el carácter no renovable de la arcilla. Como bien se sabe, Europa tiene poco territorio, por lo que el recurso comenzó a agotarse, más aún conociendo que Europa ha sido siempre, principalmente España e Italia, grandes productores de materiales cerámicos, razón por la cual la materia prima empezó a quedar lejos de las fábricas; la extracción se hizo más costosa y, notablemente empezó a escasear.

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UN PRODUCTO ASOMBROSO, EN SU INICIO

Las alternativas no tardaron en aparecer, en el caso de ladrillos y tejas se sustituyeron por modernos sistemas de producción en hormigón; mientras que en los pisos y revestimientos tuvieron la gran idea de inventar un producto que necesitaría mucho menos cantidad de arcilla, resultando además, más resistente, se trataba el porcelanato. La aparición de este material a fines de los años ochenta marcó una evolución inesperada dentro de la familia de los cerámicos. Aún recuerdo el asombro que el contacto con las primeras placas producía; un producto pesado, colorido pero, sobre todo, sorprendentemente brillante y terso que generaba un nuevo lenguaje arquitectónico en pisos y paredes.

Se presentaba como una novedad absoluta ya que superaba, en resistencia a la abrasión, a la cerámica esmaltada y tenía un muy bajo nivel de absorción de agua. Además, los primeros productores italianos fueron muy inteligentes y mercadearon el producto haciendo hincapié en las cualidades distintivas, y en su condición de lujosa novedad; sin paralelo hasta el momento, justificando así los naturales precios más altos en función de su proceso de fabricación más costoso.

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PROCESOS DE MANUFACTURA

Es un material prensado con absorción de agua, menor o igual a 0.5% de su peso. Una masa de porcelanato está compuesta por una mezcla finamente atomizada de arcillas y otros minerales (feldespatos, arenas feldespáticas, caolines, etc.). El proceso de fabricación no difiere demasiado del proceso de producción de la cerámica que ya hemos visto. La mezcla de componentes se realiza hasta que se alcanza un tamaño homogéneo de partículas de polvo, adecuado para el prensado. La cocción, a diferencia del cerámico, se realiza a una temperatura de mil doscientos grados centígrados en hornos de más de cien metros de largo; por lo que los procesos de fabricación, aún siendo bastante similares a los de los cerámicos; obligaron a instalar hornos más potentes, prensas distintas y, lo más importante: sistemas industriales de pulido.

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En sus inicios, el material una vez fuera del horno; frío y rectificado, tenía dos opciones: o bien se daba el proceso por finalizado y la superficie quedaba opaca, o pasaba al momento estrella: el pulido. La terminación natural tuvo una buena aceptación, su acabado opaco atrajo a muchos consumidores pero el impacto estaba (y está) en la terminación pulida. Ese acabado se logra exclusivamente en fábrica, ya que una vez colocado no puede ser vuelto a pulir. La masa cocida es tan dura que no hay todavía un método que permita un pulido en obra.

NADA ES PERFECTO
Una vez pasado el efecto del impacto inicial y el deslumbramiento por el lujo que evocaba su brillo, se comprobó que el porcelanato no era absolutamente impermeable, ya que ese porcentaje mínimo de porosidad residual podía ser suficiente como para dejar penetrar un líquido que haya quedado en suspensión por un tiempo; penetrando lentamente la pasta horneada hasta lograr mancharla. Hay que admitir que son situaciones poco frecuentes ya que si por accidente se derrama un liquido e inmediatamente se limpia, no habrá riesgos de que se introduzca en el cuerpo del piso. Pero en casos en los que el líquido permanece por un tiempo más o menos prolongado, la situación puede ser muy desfavorable.

Te invitamos a disfrutar del artículo completo en nuestra edición de marzo.

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