Museo Nacional de Antropología: Reflejo de Historia y Modernidad

Publicado en: Noticias | 11 noviembre, 2020

El Museo Nacional de Antropología, sin duda, nos hace sentir orgullosos como mexicanos.

Surge con una meta muy desafiante: mostrar nuestra modernidad, pero también nuestro pasado.

Es el clásico sitio de gran interés al que llevamos a todos nuestros turistas y, a veces, hasta los dejamos ahí para que lo recorran a gusto y volvemos por ellos más tarde. Todo esto, sin darnos cuenta de su relevancia e ignorando el trabajo titánico que representó su construcción.

Inaugurado el 17 de septiembre de 1964, durante los últimos meses del sexenio de Adolfo López Mateos, el museo cumple cabalmente con la instrucción explícita que el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez recibió por parte del presidente: “Que los mexicanos, al salir de él, se sientan orgullosos de serlo”.

Por aquellos años, otras edificaciones importantes en la Ciudad de México habrían sido inauguradas también como símbolos del “Milagro Mexicano”.

Conocido en términos económicos como el Desarrollo Estabilizador, el periodo que va de 1954 a 1970 erigió emblemas arquitectónicos que mostraron el rostro moderno de nuestra nación y presumieron la naturaleza cosmopolita de su ciudad capital. El Estadio Azteca se habría inaugurado en 1962, el Centro Médico en el 61, la Unidad Tlatelolco tomó del 58 al 64 para ser construida, mientras que la Torre Latinoamericana abrió sus puertas en el 56 y la Torre Insignia, otra estampa evidente del México moderno, fue terminada en el 62.

Unidad Habitacional Tlatelolco

A diferencia de todos ellos, el Museo Nacional de Antropología tenía una meta más desafiante: Mostrar nuestra modernidad, pero también nuestro pasado.

Desarrollo colectivo

Ese no sería el único desafío para el nuevo museo, próximo hogar de la magnífica colección de arte indígena que hasta entonces se albergaba y exhibía en la Antigua Casa de Moneda, en el Centro.

Arq. Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013)

El museo sólo tuvo 19 meses para ser construido, tiempo en el cual, según palabras del mismo Ramírez Vázquez, fue necesario “coordinar la asesoría científica de 40 especialistas; incrementar el acervo con exploraciones y trasladar piezas arqueológicas de diversas regiones del país; capacitar a 200 trabajadores para producir los elementos de la museografía y a un grupo de 50 guías; realizar 70 viajes de investigación etnográfica por el país; adquirir mediante compras, donativos o préstamos permanentes 3500 piezas arqueológicas; clasificar el acervo del museo y, por supuesto, diseñar, construir y equipar el edificio del museo”.

Todo esto, en paralelo al diseño y construcción del Museo de Arte Moderno, inaugurado tres días después del de Antropología del otro lado del Paseo de la Reforma.

El prestigio del arquitecto

Pedro Ramírez Vázquez, (Ciudad de México, 1919-2013), ya tenía fama de arquitecto eficiente para cuando el presidente López Mateos encargó la construcción del nuevo museo.

Ya era un conocido del entonces secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, con quien había colaborado en el Programa Federal de Construcción de Escuelas, que construyó miles de escuelas prefabricadas a lo largo de todo el país en muy pocos años. No por nada, se le asignó este proyecto tan ambicioso y con tan poco tiempo para su consecución.

Por aquellos años, el arquitecto Ramírez Vázquez ya habría ganado varios premios internacionales. Se le reconoció ampliamente dentro y fuera del país como uno de los impulsores más importantes de la arquitectura social contemporánea. Así lo confirman su diseño perfeccionado del aula-casa rural y el interés que mostró siempre por desarrollar una vivienda funcional. Además de mostrar un sentido estético y crítico en sus obras, se distinguió siempre por buscar el desarrollo colectivo de sus proyectos.

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