Museo del niño, arquitectura flexible

Publicado en: Proyectos | 11 octubre, 2019

La sencillez de los materiales y toda su composición buscan adaptarse con el tiempo y provocar un verdadero impacto social

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La manera en que un espacio se adapta a un entorno determina su eficiencia y funcionalidad. Sin embargo, hay construcciones que también impactan en la vida de sus usuarios: provocan experiencias de vida. El Museo del Niño en Tuxtla Gutiérrez tiene también el objetivo de llegar a un público más peculiar. Para que un niño tenga ese impacto del que hablamos, se necesitan recursos más específicos. Atraer su atención requiere de una disposición clara y tal vez sencilla (que no simplista). El uso de los colores es fundamental con este tipo de usuarios. En ese sentido, el Museo del Niño cumple con esa estructura y se inserta en el panorama turístico del estado de Chiapas.

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El proyecto estuvo a cargo del despacho C Cúbica Arquitectos, mientras que la Secretaría de Obra Pública y Comunicaciones del Gobierno de Chiapas se encargó de la construcción. Es uno de esos edificios en que confluye la iniciativa privada y la pública, en aras de producir un efecto social en la población. Asimismo, para la generación de los contenidos y la estructura interna del museo, contribuyeron antropólogos, pedagogos, sociólogos y muchos otros especialistas.

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En esta ocasión, entrevistamos al arquitecto Marco Coello, cofundador del despacho que generó el diseño de esta obra. Con emotividad y orgullo, declara que el museo tiene un gran impacto social, pues se enfoca en educar y provocar experiencias. Lo califica de claro, geométrico, lúdico y funcional, adjetivos que lo han convertido ya en un ícono de la arquitectura chiapaneca. Con un trabajo solidario, se logró un espacio que contribuye a un valor social: la educación de los niños.

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El Cañón del Sumidero
Uno de los principales atractivos de este museo es su ubicación, pues colinda con grandes atractivos turísticos del estado de Chiapas. “Se contaba con un terreno muy bonito”, describe el arquitecto Coello, “ubicado en Tuxtla Gutiérrez, en contraesquina con la Torre Chiapas, prácticamente en eje con el Cañón del Sumidero”. Sobre todo este último panorama fue lo que motivó el diseño de la infraestructura: “Desde el principio nosotros visualizamos el proyecto como una especie de integración y homenaje al Cañón del Sumidero. En ese sentido, una de las primeras ideas fue pensar cómo harían los niños el Cañón en papel, como una especie de manualidad u origami. Por esta razón, el edifico cuenta con esa forma de “u”, como una herradura, en la que se conforma un gran patio-jardín al centro y los pliegues del edificio evocan el Cañón”.

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Desde la entrada, el museo busca aportar información, y todos los elementos de diseño contribuyen a ese objetivo. “En la parte derecha, si lo ves de frente, está un gran vestíbulo con doble altura, en donde los niños son recibidos, se les proyecta un breve video, en donde se les platica cómo están conformados los núcleos.” Precisamente en los quince diferentes núcleos que conforman el museo se requirió de asesoría y precisión. Gracias a todos estos elementos sumados se consiguió un inmueble único: “No hay en toda la ciudad de Tuxtla Gutiérrez un museo que tenga la vocación de dirigirse 100% hacia los niños”. Además, desde que se inauguró, en marzo de 2018, ha sido un éxito en la población del estado.

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Sencillez en los materiales
La emoción y el énfasis con los que el arquitecto Marco Coello describe esta obra denotan el orgullo que siente por un trabajo social. No obstante, también quisimos saber un poco acerca de los aspectos técnicos que requirió esta obra, desde sus materiales hasta sus técnicas de construcción.

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Además de la ladesa, esta segunda piel de la que hablas, ¿qué otro materiales puedes destacar que el público perciba en su interior?
Los pisos y los interiores del edificio evocan limpieza. Todo el piso es cemento pulido, y está pintado con una pintura especial, que da colores a los núcleos. La intención de esto es que los niños identifiquen los diferentes núcleos de los que se compone el museo. Son alrededor de quince núcleos, por lo que este recurso es muy práctico para la orientación.

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Otro aspecto interesante fue la gama de colores que se utilizó en el diseño del inmueble: “Se trabajó todo el proyecto de la imagen de colores. Se hizo una paleta de colores especial, inspirada en el estado de Chiapas. De tal modo que puede evocarse la maravilla de las artesanías, de los telares, de los pueblos de San Cristóbal o de Chiapa de Corzo, entre otras cosas. Así, se desarrolló toda una paleta de identidad para este proyecto”.

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¿Qué significa para ti esta bella ciudad de Tuxtla Gutiérrez, sobre todo porque has incorporado este edificio, que ya es icónico en el panorama de la ciudad?
Primero que nada, fue un honor trabajar en un proyecto de cultura y más infantil, porque creemos y estamos convencidos de que solamente por medio de la cultura y la educación el país, y en particular el sureste, puede salir adelante. Creemos que con este proyecto podemos mejorar la calidad de vida de la gente. En ese sentido, para nosotros fue una oportunidad fantástica. El estado de Chiapas es increíble. De hecho, mi familia es de allá, entonces para mí siempre fue un gusto regresar. El proyecto representó una responsabilidad enorme como arquitectos y como mexicanos al preocuparnos por los niños.

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Con esa emotividad y cariño por su trabajo, el arquitecto Marco Coello define la importancia de su proyecto. Cree en la flexibilidad del museo para adaptarse a los años venideros, pero también en su contribución al futuro. En esa labor social se basa su arquitectura.

Te invitamos a disfrutar la entrevista completa en la edición de octubre.