Gabriela Carrillo, el poder de la discreción

Publicado en: Proyectos | 20 septiembre, 2018

Galardonada apenas en 2017 como la arquitecta del año por la Achitectural Review en Londres, su obra habla por sí misma

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El nombre de esta industriosa arquitecta es como el de muchos otros mexicanos: a primera instancia nos resulta desconocido pero cuando lo googleamos, descubrimos con orgullo que se trata de un paisano reconocido internacionalmente. Galardonada apenas en 2017 como la arquitecta del año por la Achitectural Review en Londres, su obra habla por sí misma. Platicamos pues, con ella, de los proyectos que le han robado el corazón, la importancia de las crisis y la educación, pero también de la discreción y la mesura en lo que hace. Tal vez por eso mismo su obra tiene más presencia en otros estados de nuestro país que en la CDMX. Ensenada, Jalisco, Oaxaca, Edo de México, Guerrero, son lugares en los que ha dejado su cautelosa huella arquitectónica.

A pesar de que la oficina que encabeza no se involucra en la construcción, para ella el trabajo de campo es otro aspecto esencial: “Es una atención personalizada que damos tanto mi socio como yo en las distintas obras. Es un tiempo importante. Implica un reconocimiento profundo de lo que está sucediendo en la obra y, sobre todo, los procesos. Seguir el proceso es una característica importante del trabajo de mi oficina, ver cómo mientras se va levantando un muro, va pasando la luz, sucede el viento o alcanzas a tener una perspectiva que no imaginabas. Hay muchas sorpresas y mucho que descubrir en las obras”.

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Desde la trinchera
Con un repertorio de obras que van desde la hotelería hasta viviendas unifamiliares, su oficina también ha ganado concursos importantes y de grandes dimensiones como el desarrollo, rehabilitación y obra nueva de toda la vinícola de Casa Madero, en Parras, Coahuila y el desarrollo de la destilería 1800 para Casa Cuervo. Es difícil pedirle entonces que mencione un proyecto en particular, que le haya robado el corazón. “Me involucré muchísimo con el sismo del año pasado. Por casi 6 meses estuve invirtiendo muchas horas extras y mis fines de semana completos a ver cómo podía sumarme al proceso de reconstrucción. Aun trabajamos en ello, participamos en la reconstrucción de sitios como San Mateo del Mar, Ocuilan, Jojutla y Tlayacapan. Esos han sido “proyectos”, por llamarlos de algún modo, de mucho corazón y muy emocionales”.

Sin embargo, las crisis también representan oportunidades. De la mano de colegas como Loreta Castro,Pavel Escobedo, Andrés Solís o Gonzalo Mendoza, creó un taller en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde imparte clases desde hace 15 años. “Estudio RX tiene como finalidad reconocer la vulnerabilidad del territorio que habitamos en el ámbito geológico pero también el social, económico y político. Esto implica atrincherar un poco nuestras prácticas arquitectónicas en un proceso de reconocimiento de todas estas vulnerabilidades. Llevamos un año trabajando en ello y comenzó a formalizarse apenas en agosto. Mi trabajo es muy práctico y muy “de hacer”, creo que ahí están los grandes espacios de reflexión que deben acompañar siempre a la práctica”.

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Errores y madurez
“Cada proyecto es una oportunidad para reconocer nuevas oportunidades. Esas oportunidades son normalmente puntos de crisis en los que uno tiene dos opciones: o se tira al suelo y sufre, o se levanta y encuentra las vías para solucionar y mejorar las cosas. Para mí, haberme formado en la UNAM me abrió la oportunidad inmensa de tener reconocimiento integral del país en el que habito. La práctica de obra pública también es bastante cruenta y complicada. Requiere mucha madurez para no angustiarse si no se puede lograr algo, saber que siempre pueden negociarse las cosas. Algo así como qué batallas tengo que aceptar que he perdido para no perder la guerra”. Gabriela ve la práctica arquitectónica como un proceso de estrategia e inteligencia, que incluye ser flexible en la toma de decisiones. “Cuando uno es joven suele ser muy inflexible: crees que si te cancelan algo se acaba el universo y te quedaste sin nada. Creo que los golpes y las experiencias fallidas nos dan madurez. Los errores cometidos nos ayudan a entender las cosas que son verdaderamente importantes”.

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Compromisos arquitectónicos
Ya metidos en el terreno del aprendizaje y los jóvenes –y aprovechando que, además de arquitecta, estamos frente a una académica que ha formado parte de jurados en lugares como LA, Sudáfrica, Hong Kong, Argentina o San Francisco– es imposible no preguntarle por la educación de los nuevos arquitectos “Un tema básico es la ansiedad. Querer hacer el edificio más alto, el más gordo, el más estrambótico… todo esto tiene que ver con la formación de los alumnos en las aulas y con los programas académicos. Debería haber más espacio para el reconocimiento y la observación del territorio antes de dedicarse simplemente a crear. Por supuesto que hay que proponer y desarrollar nuestra inventiva en ciertos lugares, pero que surja de temas que sí le tocan a nuestra profesión como cumplir con un compromiso social, reconocer el lugar donde se encuentra la obra, ser sensibles con el medio ambiente… toda una serie de cosas que son importantes. Actualmente, sobre todo la gente joven y por la inmediatez de las redes sociales, se pierde un poco la conciencia del tiempo y también de las cosas que verdaderamente importan”.

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En los pies del usuario
Tras haber escuchado la importancia que le da al seguimiento del proceso de construcción de una obra y a la integración del entorno con la misma, es claro que ella es una arquitecta que se pone frecuentemente en los pies del usuario final. “Hay que entender que la arquitectura no sólo consiste en darle un techo a la gente. Todo eso salió a relucir con el temblor del año pasado: levantar cuatro paredes de block, que además ni siquiera estaban bien construidas, con un techo a 2.10 m de altura con una loza. El decir “pues eso es lo que se necesita para vivir” es algo con lo que yo discrepo totalmente: si esas mismas dos paredes se disponen de tal suerte que den a un paisaje, si reconocen por dónde pasa el viento y se abren para dejar que entre, si se abre una pequeña rendija para que se calienten naturalmente, etc. Sí hay una contribución de nuestro trabajo desde la cualidad espacial que sin duda fortalece y restablece tejidos sociales donde quiera. No se necesita tener dinero ni pertenecer a una elite social que le pueda pagar a un arquitecto porque cualquiera debería tener acceso a esa dignidad espacial”.

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Propuestas silenciosas
En tiempos de crisis inmobiliarias, principios arquitectónicos como estos son aire puro. Proyectos como Cuatro Cuatros –un desarrollo inmobiliario con un área de 360 hectáreas donde se construirán 50 casas usando sólo el 10% del terreno y en el que ha estado trabajando desde hace diez años- dicen mucho de estilo de construir y su convencimiento que hay que “construir para que el resultad desaparezca en el paisaje”. Ya entrados en frases significativas pero con la mala noticia de que la entrevista debe concluir, le pedimos a Gabriela que nos comparta algún dicho que resuma su filosofía de trabajo. “Tengo uno pero es un poco grosero: “desde el silencio, con huevos”. Desde el silencio, lo más discreto, casi imperceptible, pasando desapercibido pero poderoso y con coraje y, sobre todo, propositivo”. Así como su obra, sus palabras. No queda espacio para la duda.

Te invitamos a disfrutar la entrevista completa en nuestra edición de septiembre.

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