El diseño de Barragán en la Capilla de las Capuchinas

Publicado en: Proyectos | 25 mayo, 2021

Luis Barragán realizó esta obra en la tercera y última etapa de su carrera. Este periodo incluye otras obras muy representativas del arquitecto nacido en Guadalajara, como las Torres de Satélite (1957) y la Casa Giraldi (1972-1980), en las que es notoria la valoración del color y la luz natural, además del uso de texturas

Ubicada en el número 43 de la calle Miguel Hidalgo en el Centro Histórico de Tlalpan, la fachada de esta capilla y su convento adyacente es un sencillo portón de madera empotrado en un muro que, si bien es alto, no la hace destacar de los edificios vecinos. Al ingresar por el zaguán, la primera impresión visual para el visitante la conforma una monumental cruz que es parte de —o podría decirse que está empotrada en— uno de los cuatro muros blancos que rodean este espacio de recepción.

Esta primera impresión va seguida por la repentina vista de una pileta con gardenias, un espejo de agua con fondo de piedra negra, que proyecta el reflejo de una celosía amarilla, en madera. Esta retícula amarilla corre en paralelo de una sutil escalera que lleva a una capilla secundaria. Al otro lado de la pileta, el visitante da con el acceso a la capilla principal, espacio en el cual destaca un muro extenso sobre el que una banca de madera empotrada perpendicularmente, parece flotar.

Altar del arte 

Al interior, los tonos rosados del vidrio usado en el vitral, iluminan el ambiente, dándole el matiz que dicta la luz del día. En uno de los extremos se ubican las áreas privadas del convento; y en el otro, se ingresa de forma lateral a la capilla.

La luz que se filtra por el vitral que hay al fondo, en el extremo izquierdo del altar, inunda el espacio con un color acaramelado que combina con los pisos de madera

Los muros de concreto tienen texturas toscas, en las que parece impregnarse la atmósfera creada por la luz. En el altar, los rectángulos dorados escultóricos diseñados por Mathias Goeritz, reafirman el carácter poético, y a su vez religioso, del espacio.

Parte del acervo de este convento, incluye varias obras de Jesús Reyes Ferreira, otro artista que colaboró en diversas ocasiones con Barragán. Al frente del altar y del lado izquierdo se encuentran tres cirios encendidos que fungen como contrapunto y rompen la horizontalidad visual que implican las bancas de madera que usan los monjes y feligreses para participar en los actos litúrgicos.

“Sólo en íntima comunión con la soledad puede el hombre hallarse a sí mismo. Es buena compañera, y mi arquitectura no es para quien le tema o la rehuya”

En el costado izquierdo hay una cruz de madera que es iluminada indirectamente a través del vitral. Esta cruz proyecta una sombra hacia el altar, una presencia que se prolonga y se extiende conforme avanzan las horas del día. En el costado derecho, otra celosía de madera, esta vez de color blanco, separa el camino hacia la capilla lateral que usan las monjas y sus familias. A través de una rendija superior, la luz ingresa para iluminar el espacio que poco a poco devela la gran altura de sus muros, agregándole a todo el conjunto un toque de monumentalidad.

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