Casa bautista: desafíos paradisiacos

Publicado en: Noticias | 22 septiembre, 2021

Con proyectos tan impresionantes como este, la oficina que comenzó como un pequeño espacio compartido, se consagra como creadora de obras donde se ventilan ideas y discursos muy diversos.

Productora es una oficina de arquitectura situada en la CDMX que se fundó hace poco más de 15 años sobre la base de la amistad. Una relación que se ha desarrollado con el tiempo hasta el punto en el que Víctor Jaime piensa en sus socios como en sus mentores o maestros. De hecho, toma la oficina que fundó junto con Carlos Bedoya, Abel Perles y Wonne Ickx, como un espacio para ponerse metas, confrontar ideas y poner las cosas sobre la mesa. Proyectos tan sofisticados como Casa Bautista, dejan en claro que la lluvia de conceptos y la diversidad en el discurso, son sólo algunos de los rasgos a destacar en sus proyectos.

Arquitectura de fin de semana

Carlos, Víctor y Abel se conocieron trabajando para la oficina de Fernando Romero. A Víctor le gusta recordar que ahí comenzaron a trabajar juntos, pero, sobre todo, a ser amigos. Estaban en el área de concursos, un sitio profundamente emocionante para alguien que aún estudiaba el tercer semestre de Arquitectura en la Universidad Latinoamericana. Más tarde llegó a la misma oficina Abel Perles y, juntos, rentaron una pequeña oficina en la que atendían proyectos personales. Durante las noches, los fines de semana y en medio de la informalidad de unas cervezas, realizaron ahí sus proyectos hasta que se dieron cuenta que no sería mala idea asociarse y atender cada proyecto de forma conjunta. Pero al equipo aún le faltaba un integrante.

Wonne Ickx es un belga que en algún momento tuvo que acudir a su madre para hacerle una confesión que no sabía si entendería. Como cuando alguien sale del closet ante sus padres, tuvo que armarse de valor para compartirles algo que también lo había tomado por sorpresa a él mismo. Después de algunos años de estudios de campo y sobre la historia de la arquitectura en Guadalajara, Wonne descubrió súbitamente que él era mexicano. Como tantos otros extranjeros que llegan a nuestro país para quedarse, él es un mexicano por convicción, pero, sobre todo, por elección propia. En algún momento de su aventura mexicana, Wonne conoció a Carlos, quien lo invitó a aquella pequeña oficina, una especie de hideout arquitectónico, que pronto tuvo que inventarse el nombre que ahora todos conocemos.

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